Al igual que en el primer día de colegio, entré palteado al "Teatrín" para mi primera clase de actuación, al lado de otros veinticuatro ingresantes. Llegó entonces la maestra, atisbó al grupo de pies a cabeza, y dijo:
"Hoy por ser primer día saldrán temprano, aprovechen en comprar las mallas que se les pidió en la lista de materiales. Así que ya saben... ¡Mañana todos con sus mallas, o no me entran!"
YO: "¡Malla??????? ¿Para qué? Yo voy a ser actor... no bailarín de vallet".
MAESTRA: Repito... ¡El que no viene con malla no entra! Quiero verlos a todos apretaditos. (Con malévola carcajada) ¡Quiero verlos a todos apretaditos!
YO: ¡ ... !
Para la siguiente clase todos vestíamos mallas negras, ceñidas a nuestra anatomía.
¡Nunca en mi vida me había sentido tan marica!
Pero bueno... todo sea por el arte. Y otra vez estaba ante nosotros, con su fija y tenebrosa mirada, y esa sonrisa macabra, la maestra.
MAESTRO: "¿Ya están listos? Bien, comencemos".
¡DIOS! Nos hizo correr 100 vueltas al rededor de la pileta que está en medio del parque de la exposición, bajo el inmisericorde sol. Y al regresar al aula, exahustos...
MAESTROS: ¡Bien, ya calentaron, ahora recién empezaremos!
¡Caminen por el espacio! (golpeando su báculo contra el suelo) ¡Ahora corran!... ¡Sin golpearse!...¡Equilibren su peso! ¡Controlen su energía!...¡Más rápido, más rápido, más RÁPIDO! ((De nuevo el báculo) ¡Stop!... ¡Están en Stop, nadie se mueve!... Es ahora que viene el verdadero trabajo, se trata de canalizar su energía... no hay cansancio, no hay cansancio. (Báculo) ¡Corran!... (Báculo) Ahora caminen en semiflexión.... ¡Semiflexión he dicho!
YO: (Para mí) ¡AYYYYYY mis piernas! ¡Mis pies!
MAESTRA: (Báculo) ¡Corran!, sin chocarse, no se choquen. (Báculo) ¡Rueden por el piso! ¡Y ya están arriba, nuevamente en semiflexión!... ¡Vamos Vamos Vamos, más rápido, más rápido! (Báculo) ¡Stop!
YO: (Para mí) ¡Diossssssssssssss! ¡Mi corazón!
Maestra: Respiren... respiren... controlen su respiración, no se ahoguen, no desmallen.
Y así nos tuvo durante las dos horas y media que duró su clase.
Y al finalizar...
MAESTRA: Bien, para la próxima clase van tener que haber leído la separata que les voy a dar. Van leer "Qué es la acción", "Manual técnico del actor" y "Introducción al método de Stanislavsky". No lo olviden, para la próxima semana. Voy a evaluar.
YO: (Para mí) ¡Stanis...qué?????? ¿Acción?, imagino que se refiere a las películas de acción.
Lo que siguió despues fueron los cursos de: sicología, filosofía, comunicación, geografia, historia del teatro, expresión corporal y dicción.
YO: ¡En qué me he metido??????
Así es... me había metido en una carrera que comprendía mucho más que aprenderse un guión o salir al frente a hacer unas cuantas morisquetas. Había que LEER! como nunca antes lo había hecho; obras, historia, corrientes filosóficas, conductas de la psique humana... ¿Y de personajes? ¡NADA! Tan sólo crear secuencias entre los 25 alumnos del salón. Cada entrada debía estar coordinada, y con el tiempo cada uno emitía un sonido particular. A mí todo aquello me parecía una insignificante coreografía. ¿Dónde están los textos? ¡El protagónico, denme de una vez el protagónico! Pero como la maestra nos explicó, no haríamos personaje hasta en 3er ciclo. Sí, recién en ¡3er ciclo!
Finalizado el mes, y con un montononón de obras que leer (Tragedias y comedias griegas, Teatro griego, con su respectivo trabajo de análisis) para el curso del viejo Ráez (Historia del teatro), pensé muy seriamente en abandonar esa locura. Pero algo me detubo. Fue un... no sé qué... pero me dijo: "Quédate...quédate... y verás..."
Si antes no lo había hecho, tendría que empezar a leer mucho más que las tiras cómicas.
martes, 10 de abril de 2012
El exámen de admisión
Durante la época de colegio me "destaqué" por dos cosas: ser el payaso y/o relajado del salón, y el más destacado (modestia aparte) en la actuaciones. Ahora que, nunca trabajamos una obra teatral, sólo hacíamos sketch en los que parodiábamos con ironía situaciones que se daban en la escuela o en el barrio. Debido a eso, a que sólo me aplaudían en esa ocasión, es que llegué a la conclusión de que el teatro era lo mío.
Postulé a la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (ENSAD) con un monólogo de la obra "Dos para el camino" de Cesar de María. Recuerdo la larga espera en el salón 7, junto a otros aspirantes a actores; muchos de ellos habían estado antes en la pre. Jóvenes y no tan jóvenes aguardaban ansiosos (más bien nerviosos) su turno; algunos repazando incesantemente su texto, otros conversando de distinto temas para olvidar la tensión y otros a punto del desmayo. Yo, nomás los observaba.
Finalmente llegó mi turno. Ingresé al "Teatrín" (como se le conoce a una de las aulas para el curso de actuación) decidido a obtener el puesto, y a la orden de los jueces empecé mi actuación. Me había aprendido todo el texto (una cara y media más o menos), pero cuando iba casi por la mitad...
JUECES: "Es suficiente, gracias".
YO: (Para mí) "¿Y eso que significa?, ¿Les gusté?, ¿No?, ¿Lo hice mal?, ¿Por qué no me permitieron acabar el texto?, ¿Ingresé?...
Mi angustia se prolongó hasta dentro de tres días en que salieron los resultados. Allí, pegado en las afueras de la Escuela figuraban los nombres de los ingresantes. Todos se amontonaron para ver. Mire tranquilo... y no vi mi nombre. Casi emprendí la retirada, pero decidí ver una vez más... y ahí estaba, a la mitad de la lista. No festejé mucho, casi nada, apenas una ligera sonrisa, a diferencia de los gritos estrambótico de los demás ingresantes, así como los conmovedores llantos de los no figurantes. Salió entonces uno de los maestros y con voz portentosa dijo: "No celebren mucho, todavía queda el examen de conocimientos. Sólo la mitad ingresará".
YO: (Para mí) "¡Ahora sí que estoy jodido!"
El examen era escrito. Venían preguntas de historia del Perú y Universal, ¿qué es el arte? y cosas así. Respondí lo que pude, lo que no lo dejé en blanco. Por primera vez en mi vida no opté por plagiar.
Al día siguiente salieron los resultados. No fui sino hasta las seis de la tarde, para evitar el barullo de los postulantes. Nuevamente mi nombre figuraba entre los 50 ingresados. Empezaba así mi gran aventura en el Teatro.
Postulé a la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (ENSAD) con un monólogo de la obra "Dos para el camino" de Cesar de María. Recuerdo la larga espera en el salón 7, junto a otros aspirantes a actores; muchos de ellos habían estado antes en la pre. Jóvenes y no tan jóvenes aguardaban ansiosos (más bien nerviosos) su turno; algunos repazando incesantemente su texto, otros conversando de distinto temas para olvidar la tensión y otros a punto del desmayo. Yo, nomás los observaba.
Finalmente llegó mi turno. Ingresé al "Teatrín" (como se le conoce a una de las aulas para el curso de actuación) decidido a obtener el puesto, y a la orden de los jueces empecé mi actuación. Me había aprendido todo el texto (una cara y media más o menos), pero cuando iba casi por la mitad...
JUECES: "Es suficiente, gracias".
YO: (Para mí) "¿Y eso que significa?, ¿Les gusté?, ¿No?, ¿Lo hice mal?, ¿Por qué no me permitieron acabar el texto?, ¿Ingresé?...
Mi angustia se prolongó hasta dentro de tres días en que salieron los resultados. Allí, pegado en las afueras de la Escuela figuraban los nombres de los ingresantes. Todos se amontonaron para ver. Mire tranquilo... y no vi mi nombre. Casi emprendí la retirada, pero decidí ver una vez más... y ahí estaba, a la mitad de la lista. No festejé mucho, casi nada, apenas una ligera sonrisa, a diferencia de los gritos estrambótico de los demás ingresantes, así como los conmovedores llantos de los no figurantes. Salió entonces uno de los maestros y con voz portentosa dijo: "No celebren mucho, todavía queda el examen de conocimientos. Sólo la mitad ingresará".
YO: (Para mí) "¡Ahora sí que estoy jodido!"
El examen era escrito. Venían preguntas de historia del Perú y Universal, ¿qué es el arte? y cosas así. Respondí lo que pude, lo que no lo dejé en blanco. Por primera vez en mi vida no opté por plagiar.
Al día siguiente salieron los resultados. No fui sino hasta las seis de la tarde, para evitar el barullo de los postulantes. Nuevamente mi nombre figuraba entre los 50 ingresados. Empezaba así mi gran aventura en el Teatro.
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